viernes, junio 06, 2014
jueves, junio 05, 2014
¿a quién le importan 150 mierdas de animales?....si todo lo hacemos por el bien de Españistán.......Además como dice el "britanico-populista" Roger Deing: “Un derrame de petróleo daría trabajo”
"Nosotros, los de ahora, ya no somos los mismos" - Maruja Torres.
"Si el asunto se desarrolla tal como prevén los hacendosos hacedores de la segunda parte de Los Borbones son forever, se presume para las próximas semanas una proliferación de caídas en coma diabético por parte de la indefensa población más sensible a los merengues. Hasta a las declaraciones de una de las exnovias de don Felipe El Preparado ha recurrido algún medio de comunicación del Régimen instaurado por la Transición (o viceversa), y se esperan para los días que vienen nuevos y enriquecedores aportes, quizá del papa Francisco y hasta de Walt Disney, que también está hibernado.
Pero, calma, ¿he escrito más arriba "indefensa población"? No nos precipitemos. Desde Urdangarin, sobre todo -mucho más que por lo de Corinna y los elefantes-, la gran masa adicta a los cuentos de hadas, que se reunía, en las bodas, a las puertas de las catedrales para gritarles sentidos "¡Guapas!" a las infantas y a doña Letizia, ha sufrido un baño de realismo que le ha hecho crecer las uñas. Por poner un ejemplo, no me extrañaría que, entre los ciudadanos que abuchearon a la infanta Cristina en la Rampa de los Suspiros de Palma de Mallorca, se hallaran muchos de quienes la habían aclamado a su paso hacia el pantalán del Club Náutico, cuando no se tenía idea de sus desmanes.
La tardía renuncia del primer Borbón después de Franco, y su sustitución automática por el segundo, se encuentra con un país muy distinto de aquel que admitió la subida de Juan Carlos al trono constitucional, y también de aquel otro que, acojonadito y encerrado en casa, escuchó su paternal mensaje, el 23-F.
Los españoles hemos perdido el virgo, se nos han caído los dientes, hemos visto cómo nos salían espolones y tenemos el culo pelado, por seguir con las frases hechas, de tanto ver corruptos y tener que aguantarlos, de tanto asistir a esfuerzos judiciales ímprobos y diferidos, y a tantas trapisondas y excusas, incluso amorosas, por parte de algún que otro leguleyo que, oh casualidad, también fue padre de la Constitución, esa hoy maltrecha dama.
Hemos abandonado la fe y, como quien dice, también la caridad, y muchos estamos hartos de que periódicos autoconvencidos de que son serios estén comiéndole terreno al ¡Hola!, en su intento de lavarnos el cerebro, y de que los mismos de siempre, los sospechosos habituales que se tiran aparentemente los trastos en la escena, entre bambalinas se reúnan y conspiren para que todo siga atado y bien atado, para que algo cambie con objeto de que todo siga igual, y para que, en general, el personal se ponga a cantar Gwendolyne, mirando a Zarzuela.
No hemos perdido, sin embargo, la esperanza. Más bien la hemos recuperado en un alto porcentaje desde que el resultado antibipartidista de las elecciones europeas nos ha hecho comprender que con el voto podemos tirar de la estaca. De ahí las plazas llenas de ciudadanos, que no súbditos, que súbitamente reclaman un referendo, agitando el hermoso, emocionante tricolorido de la bandera republicana. No es nostalgia, es renovación de la fidelidad a un gran proyecto político que fue sangrientamente truncado. Es Memoria Histórica.
Los tiempos están cambiando. A medida que la dulzura nauseabunda del plato precocinado inunda la información oficial, la carne viva de la ciudadanía ocupa nuevos espacios para hacerse oír, para influir".
"Nosotros, los de ahora, ya no somos los mismos" - Maruja Torres.
"Nosotros, los de ahora, ya no somos los mismos" - Maruja Torres.
Tres historias de lo bien que va Españistán y de la manera que se esta "saliendo" de la crisis.......sobre todo para algunos que no se si serán "casta" o "castores", pero algunos son unos grandes "roedores".
"polvorado" - Nacho Vegas.
"¿Dónde está nuestro pan, patrón?
¿Dónde quedó todo ese dinero?
¿Lo tiene oculto bajo el colchón
o lo escondió en otro sucio agujero?
Yo tengo un Tàpies, dice Juan Luis;
yo tengo un Antonio López, dice Jaume.
¿Quién de los dos sabrá decir
cuántos muertos tiene a sus espaldas?
Y hay fantasmas recorriendo Europa entera,
van desde Berlín a Pola Lena.
Se oyen ruidos de cadenas
que hoy chasquean, hoy que hay luna llena.
¿Dónde está todo aquel amor
del que nos hablaron siendo niños?
¿Era otra forma de extorsión
o era tan solo un espejismo?
Mire que tengo educación,
pero, no señor, esta no es infinita.
Y el día en que se me agote, usted
tal vez reciba alguna visita.
Y ese día, lo lamento, será colorado,
colorín, se ha terminado el cuento.
Polvo somos, lo sabemos,
y en pólvora nos convertiremos.
Y ese día, lo lamento, será colorado,
colorín, se ha terminado el cuento.
Polvo somos, lo sabemos,
y en pólvora nos convertiremos.
Polvo somos, ya sabemos,
y en pólvora nos convertiremos,
en pólvora nos convertiremos".
"Polvorado" - Nacho Vegas.
hostia!!!!!....aquí en Murcia si hicieran eso.....quizás la Plz. Circular a las 9 de la mañana estaría vacía.... o no?
Si mi "abuelo" levantara la cabeza.......Cuanto sinvergüenza que hay en Españistán......Ya lo denuncia Luis Gonzalo Segura en "un paso al frente"....el ejercito es una institución muy poco "transperente" y donde se llevan a cabo demasiados "chanchullos".
miércoles, junio 04, 2014
"¿Es culpa de Podemos?" - Jordi Évole
"¿Es culpa de Podemos?" - Jordi Évole
"Me sorprende que tanto expolíticos como dirigentes de los partidos más poderosos echen pestes de Podemos. Porque, para mí, el problema no reside en Podemos, sino en qué queremos. Igual no es la solución, pero es evidente que el problema que nos ha caído con la crisis y su gestión no lo ha generado Podemos. En cambio, sí tienen mucho que ver los partidos que siguen cortando el bacalao. Mientras unos no supieron ver que venía y nos golpearon con los primeros recortes, los otros, que prometieron tener la solución al problema, nos han rematado con más recortes pero, eso sí, han sabido ver que la crisis ya ha acabado, una visión aún invisible para los ciudadanos.
¿O es que Podemos tiene algo que ver con que uno de cada cinco españoles (el 20,4%) viva por debajo del umbral de pobreza? Y son datos del Instituto Nacional de Estadística. Pero lo del 20,4% es la media, porque hay comunidades con mayores tasas de pobreza: Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía, Canarias, Murcia y Valencia. En ninguna, gobierna ni ha gobernado Podemos. Gracias a la pobreza, y no a Podemos, en España hemos pasado del café para todos a los Cafés Pendientes, iniciativa solidaria a la que ya se han adherido más de 400 locales. Consiste en lo siguiente: entras en un bar y ves una pegatina que te indica que es un local adherido a la iniciativa, y te tomas un café, lo pagas y, además, dejas el importe de otro, que se lo beberá alguien que entre en el bar pero no pueda pagarlo. Es que en España hay personas que no tienen dinero ni para comer. A principios de este año, y sobre la Comunidad Valenciana, leí este titular: La Guardia Civil constata el aumento de gente que roba para poder comer. Sin ninguna coletilla. O sea, que el titular no decía: La Guardia Civil constata el aumento de gente que roba para poder comer por culpa de Podemos. No me extrañaría nada que la culpa fuera de otros.
Eludir impuestos
Pero no todo es pobreza, claro que no. Y en eso tampoco ha tenido nada que ver Podemos. Un estudio de la oenegé Oxfam Intermón indica que los 20 españoles más ricos acumulan 77.000 millones de euros, y eso es más de lo que tienen el 20% de las personas más pobres. Somos, junto con Letonia, el país europeo con más desigualdades. El director de esta oenegé, José María Vera,declaró hace unos meses: «Las políticas subyugadas a los poderes financieros son las culpables del crecimiento de las desigualdades. Las grandes empresas deberían cerrar sus filiales en los paraísos fiscales y dejar de eludir el pago de impuestos».
Y si eluden el pago de impuestos, ¿es culpa del poder político o de Podemos? De Podemos, lo dudo; acaba de llegar y no está en el poder. Insisto: el problema, por mucho que algunos lo prediquen, no reside en Podemos, sino en qué queremos. En qué queremos hacer, y hacerlo".
"España se ha comprometido ante Bruselas a bajar su inversión en educación al 3,9% del PIB en 2017"........y me parece muy correcto, porque un país de camarer@s, recepcionistas y prostitutas no necesita la Educación.
Irlanda, un país donde el aborto, hasta el 1 de enero de este año no tenía una ley que regulara este derecho de las mujeres, y aunque la ley aprobada sigue siendo una de las más restrictivas de Europa (solo lo legaliza la interrupción del embarazo cuando la vida de la madre corre grave peligro) y un país donde las "ideas" católicas se imponían e imponen a toda la sociedad.....se permitían estos grandes "descubrimientos".
Que puestazo va a tener el Ministro Soria en Repsol!!!!!.....incluso podría llegar a ser su Presidente y dejarse por fin el bigote.
martes, junio 03, 2014
Datos paro.....mayo 2014.
Junio 2010 – 3.982.368 (Reforma Laboral de los "falsetes socialistas" de Zapatero)
Noviembre 2011 – 4.420.462 (Gobierno "populista" de Mariano Rajoy)
Marzo 2012 - 4.750.867
(Primer mes de la Reforma Laboral “populista”)
Febrero 2013- 5.040.222
Mayo 2014 – 4.572.385
Gobierno de J.L Rodríguez Zapatero: Marzo 2004 (2.162.405) – Noviembre 2011 (4.420.462)
Gobierno de M. Rajoy: Noviembre 2011 (4.420.462) - .......
lunes, junio 02, 2014
Desde los EE.UU la Casa Blanca: "ayudó a que la democracia floreciera"........ay!!!! si nos hubieran ayudado hace 70 años quizás su Majestad no hubiera tenido que cazar elefantes y otras fieras del bosque.
"Si el príncipe Felipe fuera un verdadero demócrata..." - Olga Rodríguez.
"Si el príncipe Felipe fuera un verdadero demócrata..." - Olga Rodríguez.
"Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, entendería que ahora, en pleno siglo XXI, le corresponde poner fin a una institución obsoleta y antidemocrática como la monarquía para dejar paso a la soberanía popular. No basta con un referéndum en el que los ciudadanos podamos elegir si la monarquía continúa o no. Al igual que no votamos solo una vez en la vida para decir sí o no al presidente del Gobierno, sino que lo hacemos cada cuatro años, tenemos derecho a decidir a menudo -y no solo una vez- quién debe ocupar la jefatura del Estado. Eso es, al fin y al cabo, una de las esencias de la democracia.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata entendería que la existencia de un Jefe de Estado llegado a tal por herencia real y sanguínea, con privilegios espectaculares, es un residuo de épocas oscuras en las que a los ciudadanos se les imponía ser simples súbditos.
Ha dicho Juan Carlos en su discurso de abdicación, que “hoy merece pasar a primera línea una generación más joven”, como si el príncipe Felipe fuéramos todos los nacidos a finales de los sesenta o en los años setenta, como si representara a todo esa generación. Si el prínicipe Felipe fuera un auténtico demócrata corregiría a su padre y le recordaría que él, el heredero, no es precisamente representante de una generación afectada por la precariedad, el desempleo, los recortes y el aumento de la desigualdad. Si lo fuera, habría renunciado a sus múltiples privilegios: su mansión, su abultado sueldo, su exigencia de ser tratado como alguien elegido casi por un dedo divino, ante quien el protocolo ordena tratar como a nadie.
Ha dicho hoy Juan Carlos que cuando comenzó su reinado se propuso “encabezar la ilusionante tarea que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos representantes”, para a continuación hablar de heredero. No hay nada más incompatible con la elección de nuestros representantes que un heredero. Pensará quizá que una mentira repetida muchas veces termina siendo considerada verdad. No está de más recordar las palabras que pronunció Juan Carlos cuando tomó posesión de su cargo:
“¿Juráis por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional?”, le preguntaron entonces, en el juramento.
“ Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”, contestó Juan Carlos.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, admitiría que durante el reinado de su padre los ciudadanos no pudimos elegir a todos nuestros legítimos representantes porque el Jefe de Estado fue asignado a dedo y nunca democráticamente.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, admitiría que la herencia de su cargo se corresponde a una imposición que se remonta al golpe de Estado que acabó con la II República, democrática, para sembrar años de terror, represión y impunidad, que desembocaron, casi cuarenta años más tarde, en la designación de Juan Carlos como sucesor, efectuada por el propio dictador.
Si el prínicipe Felipe fuera un auténtico demócrata, abordaría toda la historia prohibida y subterránea de este país, aquella que sitúa a España como el país del mundo con más desaparecidos -más de cien mil, aún-, tan solo superado por las cifras del horror de Camboya. Reconocería que la impunidad sobre la que se construyó la tan mitificada Transición tiene como base el olvido, la desmemoria, y el rechazo a la verdad, justicia y reparación para tantos ciudadanos que lucharon por la democracia y que fueron asesinados, perseguidos o represaliados por ello.
Democratizar la jefatura del Estado a través de un referéndum es un primer paso, pero no el último. La imaginada Tercera República no se limita a liturgias, insignias, cánticos y banderas. En el imaginario colectivo la Tercera República conecta con ese otro mundo posible, por el que lucharon nuestros abuelos y bisabuelos, en el que la soberanía popular no se reduzca a tan solo palabras huecas, en el que la Carta de Derechos Humanos de Naciones Unidas no resulte tan solo tinta sobre papel, en el que todos podamos disfrutar de una vida digna, con una vivienda, un trabajo y un sueldo dignos. La imaginada Tercera República no implica el rechazo a quienes piensen diferente, sino la voluntad de incluir a todos, sin las imposiciones a las que nos han sometido durante toda esta prolongada Transición.
Desear una Tercera República no es solo decir basta a la Casa Real, impregnada de privilegios y casos de corrupción. Es también, y sobre todo, reivindicar una democracia realmente participativa frente a un modelo -el régimen del 78- que hasta ahora ni siquiera ha llegado a ser representativo. Es luchar contra un sistema que quita viviendas a la gente para dárselas a los bancos. Es combatir unas políticas que fomentan la desigualdad y permiten que los ricos sean más ricos mientras nosotros tenemos cada vez menos. Es defender un mundo en el que no se criminalice la protesta -derecho fundamental en una verdadera democracia-, en el que la economía esté al servicio de la gente y no de una elite. Es reivindicar una nueva forma de entender la política.
Y es también, por supuesto, que ninguna familia, ni siquiera la de la Casa Real, esté por encima de otra. Los principios de la Revolución francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, siguen pareciendo hoy revolucionarios en esta España de la casta.
Pero el matrix que representa este régimen está empezando a rasgarse y somos muchos los que vemos ya que el rey del cuento está desnudo, por más que insista en que lleva el más innovador de los modelos confeccionados por un sastre.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, renunciaría a eso que llaman “su herencia”, a sus privilegios, defendería rendición de cuentas y revocatorios para todos, incluido el jefe de Estado, bajaría al mundo de los mortales y se uniría a nosotros, para ser uno más e intentar, si lo deseara, trabajar junto con tantos otros por una democracia participativa y real".
"Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, entendería que ahora, en pleno siglo XXI, le corresponde poner fin a una institución obsoleta y antidemocrática como la monarquía para dejar paso a la soberanía popular. No basta con un referéndum en el que los ciudadanos podamos elegir si la monarquía continúa o no. Al igual que no votamos solo una vez en la vida para decir sí o no al presidente del Gobierno, sino que lo hacemos cada cuatro años, tenemos derecho a decidir a menudo -y no solo una vez- quién debe ocupar la jefatura del Estado. Eso es, al fin y al cabo, una de las esencias de la democracia.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata entendería que la existencia de un Jefe de Estado llegado a tal por herencia real y sanguínea, con privilegios espectaculares, es un residuo de épocas oscuras en las que a los ciudadanos se les imponía ser simples súbditos.
Ha dicho Juan Carlos en su discurso de abdicación, que “hoy merece pasar a primera línea una generación más joven”, como si el príncipe Felipe fuéramos todos los nacidos a finales de los sesenta o en los años setenta, como si representara a todo esa generación. Si el prínicipe Felipe fuera un auténtico demócrata corregiría a su padre y le recordaría que él, el heredero, no es precisamente representante de una generación afectada por la precariedad, el desempleo, los recortes y el aumento de la desigualdad. Si lo fuera, habría renunciado a sus múltiples privilegios: su mansión, su abultado sueldo, su exigencia de ser tratado como alguien elegido casi por un dedo divino, ante quien el protocolo ordena tratar como a nadie.
Ha dicho hoy Juan Carlos que cuando comenzó su reinado se propuso “encabezar la ilusionante tarea que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos representantes”, para a continuación hablar de heredero. No hay nada más incompatible con la elección de nuestros representantes que un heredero. Pensará quizá que una mentira repetida muchas veces termina siendo considerada verdad. No está de más recordar las palabras que pronunció Juan Carlos cuando tomó posesión de su cargo:
“¿Juráis por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional?”, le preguntaron entonces, en el juramento.
“ Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”, contestó Juan Carlos.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, admitiría que durante el reinado de su padre los ciudadanos no pudimos elegir a todos nuestros legítimos representantes porque el Jefe de Estado fue asignado a dedo y nunca democráticamente.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, admitiría que la herencia de su cargo se corresponde a una imposición que se remonta al golpe de Estado que acabó con la II República, democrática, para sembrar años de terror, represión y impunidad, que desembocaron, casi cuarenta años más tarde, en la designación de Juan Carlos como sucesor, efectuada por el propio dictador.
Si el prínicipe Felipe fuera un auténtico demócrata, abordaría toda la historia prohibida y subterránea de este país, aquella que sitúa a España como el país del mundo con más desaparecidos -más de cien mil, aún-, tan solo superado por las cifras del horror de Camboya. Reconocería que la impunidad sobre la que se construyó la tan mitificada Transición tiene como base el olvido, la desmemoria, y el rechazo a la verdad, justicia y reparación para tantos ciudadanos que lucharon por la democracia y que fueron asesinados, perseguidos o represaliados por ello.
Democratizar la jefatura del Estado a través de un referéndum es un primer paso, pero no el último. La imaginada Tercera República no se limita a liturgias, insignias, cánticos y banderas. En el imaginario colectivo la Tercera República conecta con ese otro mundo posible, por el que lucharon nuestros abuelos y bisabuelos, en el que la soberanía popular no se reduzca a tan solo palabras huecas, en el que la Carta de Derechos Humanos de Naciones Unidas no resulte tan solo tinta sobre papel, en el que todos podamos disfrutar de una vida digna, con una vivienda, un trabajo y un sueldo dignos. La imaginada Tercera República no implica el rechazo a quienes piensen diferente, sino la voluntad de incluir a todos, sin las imposiciones a las que nos han sometido durante toda esta prolongada Transición.
Desear una Tercera República no es solo decir basta a la Casa Real, impregnada de privilegios y casos de corrupción. Es también, y sobre todo, reivindicar una democracia realmente participativa frente a un modelo -el régimen del 78- que hasta ahora ni siquiera ha llegado a ser representativo. Es luchar contra un sistema que quita viviendas a la gente para dárselas a los bancos. Es combatir unas políticas que fomentan la desigualdad y permiten que los ricos sean más ricos mientras nosotros tenemos cada vez menos. Es defender un mundo en el que no se criminalice la protesta -derecho fundamental en una verdadera democracia-, en el que la economía esté al servicio de la gente y no de una elite. Es reivindicar una nueva forma de entender la política.
Y es también, por supuesto, que ninguna familia, ni siquiera la de la Casa Real, esté por encima de otra. Los principios de la Revolución francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, siguen pareciendo hoy revolucionarios en esta España de la casta.
Pero el matrix que representa este régimen está empezando a rasgarse y somos muchos los que vemos ya que el rey del cuento está desnudo, por más que insista en que lleva el más innovador de los modelos confeccionados por un sastre.
Si el príncipe Felipe fuera un auténtico demócrata, renunciaría a eso que llaman “su herencia”, a sus privilegios, defendería rendición de cuentas y revocatorios para todos, incluido el jefe de Estado, bajaría al mundo de los mortales y se uniría a nosotros, para ser uno más e intentar, si lo deseara, trabajar junto con tantos otros por una democracia participativa y real".
"Queda inaugurada la Segunda Transición" - Isaac Rosa.
"Queda inaugurada la Segunda Transición" - Isaac Rosa.
"Muy mal le van las cosas al régimen del 78 si no han sido capaces de aguantar una semana para la abdicación del rey: lo hubiesen hecho ya con el Mundial de fútbol empezado, y nos pillaría algo más amansados que hoy, cuando aun tenemos fresca la convulsión de las Europeas.
Pero no aguantaba ni un día más. Ni la corona, ni por extensión el régimen institucional construido a su alrededor. El grado de descomposición era ya insoportable, y la idea de “esperar tiempos mejores” para un relevo tranquilo no tenía ya sentido, con la infanta en el banquillo sin escapatoria, y la incertidumbre creada por el hundimiento de PP y PSOE, únicos capaces de garantizar la continuidad monárquica. Ahora que todavía controlan las instituciones es posible coronar a Felipe de Borbón, no fuera a ser que las próximas municipales acabasen dando un vuelco como el de 1931, y sin saber tampoco cómo terminará lo de Cataluña.
La buena noticia es que con el rey se acaba la Transición, cuarenta años después. Se acaba por agotamiento, por derrumbe, por pudrición avanzada de todos sus pilares: las instituciones, el bipartidismo, el sistema económico, el modelo territorial, y por supuesto la corona, que ha colapsado hacia dentro, no la hemos derribado.
La mala noticia es que con el relevo en el trono comienza la Segunda Transición: esa que algunos vienen anunciando o deseando desde hace unos años, y que pasaría por una reforma constitucional de alcance limitado, un replanteamiento del modelo territorial para desactivar el problema catalán, un borrón y cuenta nueva de la corrupción pasada, y la construcción de un relato nuevo, pretendidamente ilusionante, de que ahora sí, ponemos el contador a cero, reseteamos el sistema, arreglamos el país.
La Segunda Transición hace más creíble el gran pacto PP-PSOE que atruena desde hace meses. Las resistencias de algunos sectores del PSOE pueden ablandarse con un golpe de efecto tan potente como es la abdicación. Para un partido cuya supervivencia es hoy dudosa, la Segunda Transición es un salvavidas al que agarrarse. Y para el resto de partidos, la maniobra cambia el paso al momento político, altera las prioridades y expectativas, da un puñetazo a una agenda política convulsionada por el resultado de las Europeas.
¿Y los ciudadanos? ¿Aceptamos sin más la “normalidad institucional”, las “previsiones sucesorias”? ¿Nos manifestamos un rato con la bandera republicana, hacemos un poco de ruido unos días, y cuando nos demos cuenta, tras el Mundial y el verano, tenemos ya a Felipe VI consolidado en el trono para otros cuarenta años?
Pienso que no. Espero que no. Es cierto que el movimiento republicano, como tal, está más bien desarticulado, no tenía nada preparado para cuando sucediese algo que desde hace tiempo no era inverosímil. Pero nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. No somos quienes hicieron (o a quienes les hicieron) la primera Transición. El relato oficial de aquella también se ha hundido, y ya sabemos a dónde condujeron aquellas promesas. No tenemos la ilusión de nuestros padres, pero tampoco su miedo. No aceptamos un apaño, un lavado de cara para tirar unos años más.
Sobre todo, no podemos empezar nada nuevo con las mismas bases. Y Felipe de Borbón, por mucho que los publirreportajes nos lo vendan desde hace años como un rey joven, preparado, cercano a la gente, que vive en su tiempo, en realidad es más de lo mismo. Es Borbón, pertenece a una tradición de reyes invariablemente fallidos y fuente de problemas. Ha crecido a la sombra de su padre y su familia, y su único elemento distintivo es haberse casado con una plebeya. Fin de la novedad. Y además sería un jefe de Estado cuya única legitimidad de origen es "ser hijo de". Un anacronismo antidemocrático en tiempos en que la ciudadanía pide más y mejor democracia.
Si de verdad quieren que construyamos un nuevo consenso, renovar lo podrido, iniciar un nuevo tiempo y que todos caminemos en la misma dirección, no hay Segunda Transición que valga. Todo lo que no sea empezar por un referéndum sobre la forma de Estado no nos sirve. Todo lo que no pase por un ejercicio de democracia que sea el acto fundacional del nuevo tiempo, será más de lo mismo".
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