"En primer lugar, me gustaría empezar explicando las razones que me han llevado a estar hoy aquí leyendo. Porque he de decir que no ha sido por voluntad propia, de forma espontánea o pidiéndoselo a la pareja por favor. En primer lugar, lo hago porque Cristina y Agustín me lo pidieron.
Bueno, Agustín se llama para muchos, pero para la familia se llama Chirri, para los amigos Gusi y para algunos profesores de
Pues bien, como decía Cristina y Chirri me lo pidieron. Bueno, mi hermano Chirri nos pidió a mi hermano Jorge y a mí que leyéramos una poesía absurda cuya primera estrofa dice:
me das calor como el secador
me haces vibrar como la lavadora
me pones a mil como el contador
me apoyo en ti como en la exprimidora
Hasta ahí, es suficiente. Mi hermano es así. La segunda razón es por mi hermano Jorge, porque él me ha ayudado a hacer este escrito desde Alemania y porque sé que a él le hubiese gustado leerlo conmigo.
Es ahora cuando toca bucear entre los recuerdos para sacar a la superficie aquellos buenos momentos que la pareja han pasado con uno. Lógicamente, por ser hermano de quien soy, es el Chirri el que ocupa muchas de esas anécdotas. Si empezamos desde el principio, cuando mi hermano Jorge y yo eramos pequeños, en realidad poco podemos recordar. Supongo que estaríamos sorprendidos de tener dos hermanos tan mayores, que no vivían en casa, sino que venían de visita. Jugaban con nosotros y se marchaban. Dentro de mi pequeña cabeza se me agolpaban algunas preguntas como: <¿y si es mi hermano por qué leches es tan rubio?> o también del tipo <¿cómo es posible que a su mejor amigo del colegio, llamado josualdo, lo conociera antes que a mi?>. Pocos recuerdos quedan de aquella época, pues ciertamente eramos todavía muy pequeños.
Avanzando en los años, en la época de colegial, siempre teníamos unas ganas tremendas de que mi hermano apareciera por casa para jugar a cualquier cosa, a los gijoes, al fútbol con los clicks..., todas esas cosas a las que se jugaban cuando los videojuegos eran algo demasiado novedosos y caros. Sin embargo, dado que mi hermano Chirri comenzaba con la edad del pavo y los primeros granos de la pubertad (que por cierto, ya va siendo hora que dejes esa etapa, la del pavo y la de la pubertad), surgían sentimientos de amor-odio causados por cualquier tontería del tipo 'el Chirri no quiere jugar conmigo', 'el Chirri ya se ha cansado de jugar conmigo' o 'el Chirri me ha ganado con trampas jugando a los jijoes y por eso destrozo en añicos los jijoes de su bando..., que eran mis propios juguetes'.
A partir de entonces llegó la época óscura donde el Chirri se hizo surfero y apenas se le veía el pelo. Y hablando de pelos, fue en esos momentos donde comenzó su autoaprendizaje de cortarse el pelo a sí mismo. Eran los inicios y eso suponía que algún trasquilón radical siempre quedaba por ahí. Pero a mí me gustaba porque el Chirri..., porque el Chirri comenzaba a ser mi ídolo. Y es que tras esos años oscuros, surgió una época más sociable en la que comenzó a enseñarme música que marcarían un antes y un después en la cultura musical del planeta: Offspring, NOFX, Rancid. Eran mis primeros años en el instituto y por aquel entonces alternaba la ropa que me comprama mi madre con la que me regalaba mi hermano Chirri que ya no necesitaba o no se ponía. Por supuesto, yo siempre prefería la de mi hermano Chirri, aunque me estuviese dos tallas más grande. Luego fui creciendo y me pasó justo lo contrario, me ponía zapatillas que me estaban una talla más pequeña. Me hacían daño, pero yo iba más feliz que unas pascuas porque eran las zapatillas de mi hermano Chirri, y esas zapatillas molaban.
Fui pasando del estilo grunge, con las camisas de cuadros, al indie surfero, con dos camisetas, una encima de la otra, en agosto, a cuarenta grados. Así era yo, igual de gilipollas que mi hermano Chirri. Aunque por supuesto, mi hermano Chirri todavía defiende la teoría de la antitranspiración. Pregúntenle si desconocen esa teoría y él os la explicará gustosamente.
Fueron pasando los años y mi ídolo se fue convirtiendo poco a poco en un gran amigo con el que compartir música, ir a conciertos o ver pártidos del barça. Pero al Chirri le faltaba algo. Le faltaba un nuevo fan. Así que decidió comenzar a pasarle ropa que ya no utilizaba a mi hermano pequeño Jorge. Sin embargo, la técnica no funcionó una segunda vez. Quizás porque mi hermano Jorge tiene más sentido del ridículo, quizás porque él era todavía más bajito que nosotros y la ropa de mi hermano le quedaba demasiado grande o simplemente quizás porque no quería ser un indie-surfero de los buenos. Por eso ambos se contentaron con jugar juntos a los videojuegos, que por aquel entonces ya era marca de la casa. Por cierto, Chirri, me ha dicho por teléfono mi hermano que ya ha hecho los cambios en el juego de fútbol.
Fue más o menos por aquella época cuando Cristina entró en nuestras vidas. Para ser sinceros este encuentro supuso totalmente un choque de culturas. Perdonen la ignorancia de nuestra familia, pero nunca antes había entrado un yeclano o yeclana a nuestra casa. En primer lugar, Yecla estaba muy lejos. En Mongolia por lo menos, recuerdo que decíamos mi hermano Jorge y yo bromeando. Y no nos equivocábamos en cuanto al frío. Pero las primeras veces, cuando Cristina venía de visita con mi hermano Chirri ocurrían cosas raras. Tales como que las conversaciones poco a poco iban subiendo de volumen hasta acabar todos hablando a gritos. Aún hoy ocurre, pero ya no nos importa en absoluto. Abrimos las ventanas y así puede participar en la conversación nuestro vecino Félix Romojaro. Tampoco nunca nadie nos había dicho unas sentencias tan directas a la cara. Mi hermano Jorge y yo nos mirábamos y decíamos: 'como se las gastan en Mongolia'. Pero ahora que estamos un poco yeclanizados gracias a Cristina nos encanta lanzarnos sentencias unos a otros, y lo más divertido es cuando todos van a por uno solo en plan palizón. Lo único malo es que yo suelo ser el apalizado, pero he de reconocer que es muy divertido.
Volviendo al recorrido de recuerdos por los que estaba transitando, llegamos a la mejor época, en donde yo me fui a vivir con ellos. Bueno, con ellos y con una alemana rara y su novio okupa, que por las noches cocinaba una paella para cinco personas, la dejaba en la paellera toda la noche para que reposara y al día siguiente la guardaba en tappers para ir comiéndosela a lo largo de la semana.
Pero dejemos de lado a los alemanes y centrémonos en mi nueva vida fuera del nido paterno. Pues, si les soy sincero no cambió tanto. En casa de mis padres, allí estaba mi padre haciendo las preguntas estrella: ¿qué haces? ¿a dónde vas? ¿qué ves?, en mi nueva casa estaba su clon llamado Chirri que me preguntaba: ¿qué haces? ¿a dónde vas? ... Pero a mi me gustaba más que las preguntas me las hiciera mi hermano porque podía mandarlo a tomar por saco con todo el cariño del mundo. Además, vivir con ellos tenían sus cosas buenas. Teníamos un fregaplatos automático, un colgador de ropa automático, un recogedor de pelusas automático. Todo en un solo aparato. Se llamaba Chirri. En serio. Dejaba los platos de la cena en el fregadero, iba a mear y cuando volvía el Chirri ya los había fregado. Durante este periodo, todos nuestros gustos por lo absurdo se fueron incrementando. Uno de nuestros principales rituales era ver cada semana el capítulo de Muchachada Nui, Nui! y repetir las tonterias que decían durante toda la semana. Luego había otras más espontáneas como aquella vez, en casa de mis padres, delante de algunos de mis amigos, que mi hermano Chirri me pidió que lo llamara al móvil porque no sabía que melodía tenía puesta. Yo lo llamé y como es natural el móvil comenzó a sonar y apareció el nombre de miguelo. Mi hermano se creyó que le estaba llamando su amigo Miguelo así que se fue a la otra habitación para hablar con él. Y entonces desde mi aurícular oía: ¡Miguelo, Miguelo!, y yo le decía desde el aurícular: ¡Chirri, pero que haces, qué quieres! Mis amigos comprendieron al fin porque somos hermanos y subnormales a la vez.
Pero como todas las cosas buenas, nuestra convivencia en el mismo piso tenía fecha de caducidad. María y yo comenzamos a vivir juntos mientras que el Chirri y Cristina tan sólo les quedaba el escollo alemán para poder disfrutar plenamente del espacio de su vivienda. La superación de ese escollo tardó un poquito más de lo esperado, pero al fin llegó, y con él, las condiciones idóneas para tomar dos decisiones importantísimas. La primera fue la gestación de este momento. Casarse suponía un gran paso pues va a marcar un punto de inflexión en la pareja. Sin embargo, el punto de inflexión más importante de todo el entorno de Chirri y Cristina fue cuando, por obra divina, el Chirri decidió por aquella época inundarnos los correos electrónicos con canciones musicales. Nuestras vidas no serían las mismas a partir de entonces. Por cierto, ¿hay alguien en esta sala que no supiera el tiempo que iba a hacer hoy?
Poco a poco, este día se ha ido acercando y he podido vivir de cerca los preparativos de esta boda, la preparación durante todo un año de la música de la boda. Y permítanme el inciso. Si ustedes, queridos invitados ven que el novio se pasa más tiempo en la zona del discjokey que en su mesa o junto a los invitados, no se lo tengan en cuenta, que mi hermano Chirri es así. Alcen la voz y canten todos juntos aquello de: „El discjokey, el discjokey, el discjokey es cojonudo, como el discjokey no hay ninguno“. También fui partícipe de la despedida de soltero de mi hermano Chirri. De este modo, fui uno de los afortunados que pudo conocer a Evelyn. Sin embargo, el gran afortunado de esa noche, como es lógico, fue mi hermano Chirri, ya que pudo conocer de primera mano el paquete de Evelyn.
Y el tiempo nos lleva hasta hoy. Uno de los días más importantes en la vida de esta pareja. Y digo uno de los días, porque el día más importante llegará en breve. Y Cristina lo sabe bien. Será el gran día en que mi hermano se meta en un avión, aunque sea con una camisa de fuerza, para volar hasta Argentina de viaje de novios. Chirri, el día se acerca.
En este último párrafo, queremos despedirnos mi hermano Jorge y yo deseándoos todo lo mejor y esperando que vuestro futuro siga nutrido de anécdotas tan graciosas, al menos para mi, como estas.
Muchas gracias".
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