Por Dani Pérez.
Paso 1: cambiar las políticas públicas para que favorezcan a los intereses de los mercados
Paso 2: lograr que se elija a los gobernantes más favorables a los mercados
Paso 3: cambiar el sistema político democrático por uno plutocrático
Para llevar a cabo este plan de cambiar democracia por plutocracia en 3 pasos, los “mercados” aprovechan que los Estados tienen necesidad de financiarse mediante emisiones de letras y bonos del tesoro, que los grandes inversores privados (sobre todo los bancos) compran a cambio de un interés, que dependerá en gran medida de lo que las agencias de calificación de riesgo establezcan en cada momento. La presión sobre la deuda convierte a los líderes elegidos democráticamente en rehenes de los intereses de los mercados y reduce notablemente su poder de maniobra. Sólo la ciudadanía puede alterar esta ecuación.
El paso 1, cambiar las políticas, ya ha sido concluido con éxito, de forma pública y con escasa oposición ciudadana (con algunas excepciones, como los indignados españoles y las grandes protestas griegas). Entre los ejemplos de políticas impuestas en nuestro país, encontramos la reforma laboral, la de las pensiones, recortes en el sector público, la privatización de AENA… A nadie le sorprende ya que los periódicos lleven en portada el siguiente titular: “Los mercados reciben con alzas los recortes en el sector público y las privatizaciones de empresas”
El paso 2, relacionado con los gobernantes, va muy avanzado. Sin ir más lejos, el pasado 6 de junio la Bolsa de Lima cayó un 12,5%, producto de la especulación, tras conocerse que las elecciones presidenciales peruanas habían sido ganadas por Ollanta Humala. La próxima vez, según los especuladores, el pueblo peruano pensará mejor a quién elige. Estas manipulaciones no son algo nuevo. Ya en las elecciones mexicanas de 2006, la bolsa y la moneda subían o bajaban según cómo de segura parecía la victoria del candidato conservador Felipe Calderón sobre López Obrador, lo que pudo haber condicionado el resultado final. La Bolsa de Londres también celebró con alzas la llegada al poder de David Cameron en 2010.
Por último, habría que ir preparando el terreno para intentar alcanzar el tercer y decisivo paso: transformar el sistema político democrático occidental en una plutocracia, con gobiernos títere elegidos por los mercados y un gobierno efectivo ejercido por parte de quienes más dinero tienen. Para ello, tendrán que ir poco a poco e intentarán que la ciudadanía mantenga la pasividad actual, pues de lo contrario, será difícil lograr tal cambio político. Lo primero que habría que hacer es plantear la posibilidad de que haya un sistema mejor que la democracia para la gestión de la economía, y luego, ir defendiendo su puesta en marcha. El territorio que mejor les podría servir como ejemplo de los éxitos de la plutocracia es Asia, el área económica que más crece y donde sin embargo, no abundan los regímenes democráticos.
Por ejemplo, en declaraciones a CCTV a principios de julio de 2011, el primer ministro de Singapur señalaba: “la democracia no permite adoptar políticas racionales con efectos positivos para el país a medio y largo plazo. Un gobierno estable favorece una mejor evolución de la economía”. Algo similar sucede en Hong Kong, paraíso para las empresas de todo el mundo y ejemplo de éxito económico, y que mantiene un régimen autoritario con algunas libertades democráticas.
No obstante, el más claro ejemplo de estos regímenes es China, plutocracia sin escrúpulos, país tremendamente desigual, que esconde tras una hoz y un martillo el modelo político deseado por “los mercados”. En China hay libertad total para comprar caras camisetas de marcas europeas con la expresión “Freedom” o para ir en Mercedes con una banderita el Partido Comunista. La falta de libertad sólo afecta a los derechos políticos y laborales, cuya ausencia es la base de las éxitosas exportaciones chinas de bajo coste. A su vez, el país lleva a cabo una ambiciosa y carísima política de infraestructuras, no siempre útiles para toda la población, como los lujosos rascacielos de Shanghai, que beneficia enormemente a las multinacionales, y que sólo pueden ser realizadas por gobiernos que no tienen que rendir cuentas ni preocuparse por la reelección.
Las grandes empresas multinacionales se sienten muy cómodas con gobiernos autoritarios en lo político pero que mantienen el capitalismo más salvaje en lo económico. Este mes, cuando el Partido Comunista Chino celebraba su 90º aniversario (efeméride muy importante, pues el número 9 es sagrado en China), la marca de automóviles Skoda (propiedad de la multinacional alemana Volkswagen) llenaba el país de anuncios en los que felicitaba al partido por sus éxitos y le deseaba muchos años más de vida. Por su parte, documentos clasificados de Citibank, que datan de marzo de 2006, sostienen sin tapujos que la plutocracia debe ser el modelo político a alcanzar para una mejor gestión de la economía.
Por eso, no sorprende que Singapur, Hong Kong y China sean lugares en los que toda gran empresa mundial que se precie tiene fábricas y oficinas comerciales. Se trata de territorios con muchos consumidores, gobiernos y políticas “estables”, y trabajadores baratos y sin derecho alguno. Es decir, como los esclavos de las plantaciones de tabaco de Virginia, pero que a su vez engrosan el número de consumidores de los productos de esas empresas.
Una vez que podemos ver claro el plan, debemos preguntarnos si estamos dispuestos aceptar que dentro de poco los periódicos abran con este titular: “La prima de riesgo española se reduce a mínimos históricos tras la decisión del Parlamento español de abolir el sistema democrático”. Si no nos organizamos pronto, este plan quizás se haga realidad. ¿Nos ponemos a ello?
Paso 2: lograr que se elija a los gobernantes más favorables a los mercados
Paso 3: cambiar el sistema político democrático por uno plutocrático
Para llevar a cabo este plan de cambiar democracia por plutocracia en 3 pasos, los “mercados” aprovechan que los Estados tienen necesidad de financiarse mediante emisiones de letras y bonos del tesoro, que los grandes inversores privados (sobre todo los bancos) compran a cambio de un interés, que dependerá en gran medida de lo que las agencias de calificación de riesgo establezcan en cada momento. La presión sobre la deuda convierte a los líderes elegidos democráticamente en rehenes de los intereses de los mercados y reduce notablemente su poder de maniobra. Sólo la ciudadanía puede alterar esta ecuación.
El paso 1, cambiar las políticas, ya ha sido concluido con éxito, de forma pública y con escasa oposición ciudadana (con algunas excepciones, como los indignados españoles y las grandes protestas griegas). Entre los ejemplos de políticas impuestas en nuestro país, encontramos la reforma laboral, la de las pensiones, recortes en el sector público, la privatización de AENA… A nadie le sorprende ya que los periódicos lleven en portada el siguiente titular: “Los mercados reciben con alzas los recortes en el sector público y las privatizaciones de empresas”
El paso 2, relacionado con los gobernantes, va muy avanzado. Sin ir más lejos, el pasado 6 de junio la Bolsa de Lima cayó un 12,5%, producto de la especulación, tras conocerse que las elecciones presidenciales peruanas habían sido ganadas por Ollanta Humala. La próxima vez, según los especuladores, el pueblo peruano pensará mejor a quién elige. Estas manipulaciones no son algo nuevo. Ya en las elecciones mexicanas de 2006, la bolsa y la moneda subían o bajaban según cómo de segura parecía la victoria del candidato conservador Felipe Calderón sobre López Obrador, lo que pudo haber condicionado el resultado final. La Bolsa de Londres también celebró con alzas la llegada al poder de David Cameron en 2010.
Por último, habría que ir preparando el terreno para intentar alcanzar el tercer y decisivo paso: transformar el sistema político democrático occidental en una plutocracia, con gobiernos títere elegidos por los mercados y un gobierno efectivo ejercido por parte de quienes más dinero tienen. Para ello, tendrán que ir poco a poco e intentarán que la ciudadanía mantenga la pasividad actual, pues de lo contrario, será difícil lograr tal cambio político. Lo primero que habría que hacer es plantear la posibilidad de que haya un sistema mejor que la democracia para la gestión de la economía, y luego, ir defendiendo su puesta en marcha. El territorio que mejor les podría servir como ejemplo de los éxitos de la plutocracia es Asia, el área económica que más crece y donde sin embargo, no abundan los regímenes democráticos.
Por ejemplo, en declaraciones a CCTV a principios de julio de 2011, el primer ministro de Singapur señalaba: “la democracia no permite adoptar políticas racionales con efectos positivos para el país a medio y largo plazo. Un gobierno estable favorece una mejor evolución de la economía”. Algo similar sucede en Hong Kong, paraíso para las empresas de todo el mundo y ejemplo de éxito económico, y que mantiene un régimen autoritario con algunas libertades democráticas.
No obstante, el más claro ejemplo de estos regímenes es China, plutocracia sin escrúpulos, país tremendamente desigual, que esconde tras una hoz y un martillo el modelo político deseado por “los mercados”. En China hay libertad total para comprar caras camisetas de marcas europeas con la expresión “Freedom” o para ir en Mercedes con una banderita el Partido Comunista. La falta de libertad sólo afecta a los derechos políticos y laborales, cuya ausencia es la base de las éxitosas exportaciones chinas de bajo coste. A su vez, el país lleva a cabo una ambiciosa y carísima política de infraestructuras, no siempre útiles para toda la población, como los lujosos rascacielos de Shanghai, que beneficia enormemente a las multinacionales, y que sólo pueden ser realizadas por gobiernos que no tienen que rendir cuentas ni preocuparse por la reelección.
Las grandes empresas multinacionales se sienten muy cómodas con gobiernos autoritarios en lo político pero que mantienen el capitalismo más salvaje en lo económico. Este mes, cuando el Partido Comunista Chino celebraba su 90º aniversario (efeméride muy importante, pues el número 9 es sagrado en China), la marca de automóviles Skoda (propiedad de la multinacional alemana Volkswagen) llenaba el país de anuncios en los que felicitaba al partido por sus éxitos y le deseaba muchos años más de vida. Por su parte, documentos clasificados de Citibank, que datan de marzo de 2006, sostienen sin tapujos que la plutocracia debe ser el modelo político a alcanzar para una mejor gestión de la economía.
Por eso, no sorprende que Singapur, Hong Kong y China sean lugares en los que toda gran empresa mundial que se precie tiene fábricas y oficinas comerciales. Se trata de territorios con muchos consumidores, gobiernos y políticas “estables”, y trabajadores baratos y sin derecho alguno. Es decir, como los esclavos de las plantaciones de tabaco de Virginia, pero que a su vez engrosan el número de consumidores de los productos de esas empresas.
Una vez que podemos ver claro el plan, debemos preguntarnos si estamos dispuestos aceptar que dentro de poco los periódicos abran con este titular: “La prima de riesgo española se reduce a mínimos históricos tras la decisión del Parlamento español de abolir el sistema democrático”. Si no nos organizamos pronto, este plan quizás se haga realidad. ¿Nos ponemos a ello?
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