jueves, marzo 22, 2012
"Sea como fuere, el cristianismo en sus comienzos se vio obligado a limitarse a la gente del pueblo, y sólo fue abrazado por los judíos y paganos más miserables. Lo maravilloso suele arraigar en hombres de esta especie. Un Dios desafortunado, víctima inocente de la maldad, enemigo de los ricos y los poderosos, debío resultar consolador para los desdichados. Las costumbre austeras, el menosprecio de las riquezas, los cuidados aparentemente desinteresados de los primeros predicadores del Evangelio, cuya ambición se limitaba a gobernar las alma, la igualdad que la religión establecía entre los hombres, la comunidad de bienes, las mutuas ayudas que se prestaban los miembros de esta secta, fueron elementos muy apropiados para provocar los deseos de lo pobres y multiplicar los cristianos. La unión, la concordia y el afecto recíproco, recomendados continuamente a los primeros cristianos, debieron de seducir a las alma honradas. La sumisión a los poderes, la paciencia en el sufrimiento, la indigencia y la oscuridad hicieron que la secta fuera considerada poco peligrosa en un gobierno acostumbrado a tolerarlas de todas clase. Así, los fundadores del cristianismo tuvieron muchos adeptos entre el pueblo y sus únicos enemigos fueron ciertos sacerdotes idólatras o judíos interesados en mantener las religiones establecidas. Poco a poco, el nuevo culto, cubierto por la oscuridad de sus adeptos y la sombras del misterio, arraigó profundamente y se extendió demasiado como para ser suprimido". - El cristianismo al descubierto. Paul Heinrich Dietrich (Paul-Henri Thiry), barón de Holbach.
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