"Los llamados países de nuestro entorno
intentan corregir la crueldad y la injusticia del capitalismo con una
cierta protección al débil. No digo que en Europa sean más humanistas
que en España, ojo. Son si acaso más refinados. Más astutos: protegen al
débil porque el débil es siempre el consumidor. Y al consumidor hay que
cebarlo bien, como a los cerdos, para que luego dé buenos jamones, es
decir para que siga comprando.
La barbarie del
capitalismo español es tan primitiva que aquí más que banqueros y
grandes empresarios lo que hay son señores feudales, tipos poderosos tan
seguros de su situación, tan seguros de que no van a perderla nunca,
pase lo que pase, que ya no encuentran placer en la mera posesión de
bienes. Necesitan además sentir. Sentir la bestialidad de su poder y el
sometimiento servil de sus semejantes.
No importa que
el empobrecimiento o la aniquilación de la clientela perjudique a la
larga sus intereses. Este es un razonamiento postindustrial al que
nuestros banqueros y grandes empresarios todavía no han llegado.
Ellos
se encuentran todavía en una etapa anterior, anal, previa a la
modernidad. No sólo quieren el poder, todo el poder. Necesitan además
ejercerlo, apretar el gatillo de sus decisiones y sentir en el hombro
donde apoyan la culata el retroceso seco de su disparo.
Sólo así me explico por ejemplo la resistencia de los empresarios
españoles a que sus empleados trabajen desde casa. Es evidente que el
teletrabajo ahorraría costes, aumentaría el bienestar de los
trabajadores y seguramente su productividad.
Pero no
importa, el empresario español es refractario a las innovaciones
laborales tipo Google, con futbolines y guarderías en la oficina. Y mira
que estas mejoras son perversas... Pero nada. Ellos sienten una
repugnancia irracional por el bienestar de sus asalariados. Al
considerarlos enemigos, cualquier mejora de sus condiciones laborales la
interpretan como una derrota y temen que sea leída por ellos como un
síntoma de debilidad.
Al diablo con la productividad
si el teletrabajo elimina el placer del sometimiento. Eso piensan.
Nuestros banqueros y grandes empresarios son tan preindustriales que
prefieren reducir sus beneficios antes que renunciar a sentirse dueños
de las vidas laborales.
Sólo con esta explicación, a
medio camino entre lo antropológico y lo psiquiátrico, me explico
también la orgía de abusos a que nos someten todos los días las
petroleras, las compañías de agua, las de seguros, las eléctricas y las
de telefonía.
Sólo así me explico que una ley
hipotecaria que estaba produciendo a la vista de todo el mundo
situaciones de una crueldad extrema y un sufrimiento medieval
incomprensible después del Holocausto, pueda haber estado vigente en
España desde 1902, sin que el Gobierno del PPSOE haya movido en 30 años
un solo dedo para proteger a los ciudadanos que lo votaron.
Porque si nuestros banqueros y grandes empresarios son los señores
feudales de este país corrupto y medieval, el PPSOE es el ejército de
cipayos encargado de protegerlos.
El bochornoso
papelón del PPSOE en el asunto de las hipotecas ha certificado, por si
cabía alguna duda, no el divorcio, sino la guerra entre este
conglomerado político y económico por un lado y la mayoría de los
ciudadanos por otro. Sencillamente, perseguimos metas distintas y
tenemos intereses contrapuestos. Que se nos meta de una vez en la
cabeza: nuestra supervivencia amenaza la suya. Y viceversa.
No es que el PPSOE nos represente más o nos represente menos. No es
que los Rubalcaba o los Rajoy se olviden en el poder de las promesas que
hicieron en la oposición. No es que mientan más o mientan menos. Todo
eso son ya bagatelas.
La enmienda de Luxemburgo a la
ley hipotecaria española sancionada por el PPSOE ha dejado bien claro
que en España ha gobernado siempre una especie de PRI mexicano, un
conglomerado ideológico que va de la derecha moderada a la extrema
derecha y cuyo objetivo principal ha sido preservar los intereses de la
banca y servirle de parapeto contra la ira de los ciudadanos.
Y ha dejado bien claro también que no podemos esperar nada del PPSOE,
secuestrado por un hatajo de políticos mediocres, interesados, cobardes e
impotentes. La única ayuda que podemos esperar es la que nos venga del
exterior. Cuanto más lejos de los señores feudales estén los centros de
decisión, más garantía de justicia tendremos.
Así que, pese a Draghi y a los demás, viva Europa".
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