"Por ahora, no hay ningún Luis Bárcenas ni un Díaz
Ferrán ni un Luis Roldán en los sindicatos. Que se sepa, ningún
sindicalista se ha llevado una fortuna a Suiza, ha robado a gran escala o
ha disfrutado de la vida de un millonario a cuenta del dinero de todos.
La corrupción que ha aflorado en UGT Andalucía
más bien parece, por ahora, un abuso de los fondos públicos que
presuntamente sirvió para financiar ilegalmente al sindicato con
facturas falsas que también pagaron corruptelas de medio pelo: comidas o
regalos tan cutres como maletas de imitación o bolígrafos. No hay –por
ahora, insisto– ninguna evidencia que demuestre que, con la excusa de la
defensa de los trabajadores, hayamos alimentado a un caradura XL que se
llevara el dinero a manos llenas. Más les vale a los sindicatos no
esconder a alguien así entre sus filas. A diferencia de los partidos, o
de la patronal, ellos no sobrevivirían.
Sin embargo,
se equivocan los sindicatos si creen que la sociedad puede perdonar
fácilmente estos fraudes. En un país donde el paro ronda el 27%, ¿hay un
dinero público más sagrado que las ayudas a la formación? Cuando los
sindicatos malgastan subvenciones o despilfarran las ayudas destinadas
al reciclaje profesional de los desempleados, indirectamente están
robando a millones de parados. Es así de grave.
La reacción de UGT ante el escándalo ha sido lenta, pero al menos ha
sido. La dimisión de su secretario general andaluz debería haber llegado
antes y no caer en excusas baratas.
Es frustrante escuchar a los pocos cargos públicos que en este país
dimiten repetir aquello de que se van con la conciencia tranquila. Pase
lo que pase, parece que nunca hay responsables.
Los
sindicatos tienen razón cuando denuncian una persecución contra ellos.
Es una operación clara y evidente: hay quien ganaría mucho si los
trabajadores perdiesen la poca fuerza que aún mantienen. Esto explica
esas vergonzantes portadas de periódicos sobre sindicalistas tomando una
cerveza – ¡oh, escándalo!– o que haya quien pretenda convertir en pecado mortal para un delegado sindical irse de vacaciones o comer en un restaurante con mantel.
La campaña antisindical ha funcionado: hoy son mucho menos fuertes que
hace unos años. Pero esta derrota no habría sido posible sin que los
sindicatos también pusiesen mucho de su parte. ¿Otro ejemplo, además de
lo visto estos días en Andalucía? Lo ocurrido en muchos medios de
comunicación públicos. Los sindicatos apenas fueron críticos con la
manipulación informativa a cambio de conseguir ventajas laborales. Fue
un error: como se ha visto en Canal 9, no sirve de nada vender tu
profesionalidad para mantener tu empleo. Al final acabas perdiendo las
dos cosas: la ética y el trabajo".
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