"Felipe VI ya ha sido proclamado por las Cortes y España ya cuenta con un nuevo rey, pero más que su discurso en el Congreso y su posterior paseo por las tibias calles de Madrid, me gustaría destacar aquí su último acto como príncipe, cuando estaba a unas horas de que su padre firmara la abdicación. En los últimos días los apologistas del ya exmonarca –en realidad “majestad” vitalicia– han vuelto a insistir en su papel durante a 23-F en unos elogios que ya suenan forzados, mientras que se rebajan expectativas sobre sus posibilidades de maniobra de su heredero en el trono como ‘salvador’ ante retos como las tensiones soberanistas. No podría ser de otra manera cuando el rey no puede tener papel político.
Pero sí hay un ámbito donde el papel de la corona ha trascendido lo simbólico y ha sido el que le ha reportado más felicitaciones. Los aplausos y homenajes que le han rendido a Juan Carlos I desde el mundo empresarial sí han sido sinceros, más acorde con su principal función en los últimos tiempos. Sus escasas fuerzas las dedicó a su tarea de principal embajador comercial del país en una intensa gira por el Golfo Pérsico y ayudar a crear el “clima” para que empresas españolas que también participaban en el séquito optaran a contratos millonarios, como ha hecho por otra parte numerosas veces durante su reinado.
En su último acto como príncipe Felipe presidió la reunión del patronato del Real Instituto Elcano, el centro de análisis geoestratégico y proyección de la imagen de España que él mismo encabeza. Allí le arroparon los tres expresidentes que forman ya parte del patronato, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, a los que se señala insistentemente como claves en los últimos meses para convencer a Juan Carlos I de que diera un paso atrás. Allí también estaban varios miembros del Gobierno –de Economía, Exteriores, Educación y Defensa– y múltiples empresarios top del país, ya que todos ellos también forman parte del directorio de este think tank público-privado, como casi todo en este país.
Que la monarquía sea uno de los puntales de la imagen comercial de España en el exterior no es en principio ni malo ni bueno, es un hecho. Pero la pregunta está en si ese gran empresariado al que sirve, en buena medida procedente de los chollos de las privatizaciones de los 90, resulta hoy por hoy un factor cohesionador para todo el país y por tanto la institución está trabajando para todos aunque sea de manera indirecta. Y esa cuestión pasa inevitablemente por exigir una tributación fiscal justa y en el propio país sin atajos ni paraísos fiscales para que la redistribución sea un hecho, ya que en la construcción de esos emporios han participado todos los ciudadanos y siguen contribuyendo a su mantenimiento y expansión.
En su discurso de proclamación, Felipe VI ha mostrado su preocupación por el paro y ha proclamado que “tenemos el deber ciudadano de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables”. Suena de nuevo a capitalismo compasivo. Pedro Sánchez, candidato a la secretaría general del PSOE, se acaba de mostrar partidario de “la recuperación de la política dentro del espacio de la economía”, mirando a continuación al drama de la malnutrición infantil. Como declaración está bien, pero es indiferente que sea partidario o no, porque la interdependencia ya existe, Sánchez incide así en el mito de los mundos separados. El Estado, con su monarca a la cabeza, es un actor principal en la asignación de recursos, y la labor gubernamental mediante privatizaciones, subvenciones, rescates y en general al mando de ese sistema de contratas que ha permitido bolsas de ineficiencia y corrupción está demasiado visible y reciente como para obviarla. El PSOE ha postergado conscientemente el debate sobre el republicanismo pero en el proceso abierto hasta su Congreso extraordinario no puede dejar pasar que la socialdemocracia en las economías actuales debe ser más ambiciosa y menos acomplejada y no limitarse a evitar el progresivo retroceso de sanidad y educación públicas. IU y Podemos van a escorar a la izquierda el debate sobre el papel público en la redistribución simplemente porque la brecha social no deja de aumentar y cada vez menos gente cree aquello de que vivimos en una economía mixta con sus compartimentos estancos. No hemos podido opinar sobre la vigencia de la monarquía pero nada nos impedirá que votemos sobre si queremos que Felipe VI esté al servicio de todos o de unos pocos".
Sergio Colado es redactor de ELPLURAL.COM
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