"Estos días de encuestas me he acordado de Zapatero.
No del Zapatero que un buen día le pegó un tajo al sueldo de los
funcionarios haciéndose para siempre respetable hombre de Estado,
convirtiéndose en mercado con la misma naturalidad y armonía con la que
Bruce Lee se convertía en agua. De ese no, me he acordado del otro. Del
Zapatero recién llegado.
Me he acordado del Zapatero que se alió con ETA, con
Marruecos y la policía para lograr meter más votos en las urnas que
nadie. De aquel que cada mañana se levantaba urdiendo planes para romper
España mientras tomaba el café con la tostada. Me he acordado del
Zapatero multifunción que lo mismo le vendía Navarra a Josu Ternera y
Bolinaga, que prohibía el vino de La Rioja o la Semana Santa de Sevilla.
Del que pretendía adoctrinar a los niños españoles a base de libros de
texto en los cuales se les explicaban nociones mínimas de civismo para
que acabaran así cantando la Internacional espontáneamente durante el
recreo. Me he acordado del Zapatero que sembró el odio intentando
dividir a este país cuando dijo (con poco ímpetu y menos presupuesto)
que estaría bien darles un trato digno a esos muertos tirados en las
cunetas. He recordado aquella vez que Zapatero atentó contra España, la
iglesia y la familia al darles a los homosexuales la posibilidad de
cometer la estupidez de casarse como hacen los heterosexuales.
Al poco de acordarme de Zapatero, Eduardo Inda
apareció por la tele de casa. Con esa sonrisa inquietante, que siempre
me recuerda al general Hans Landa bebiéndose un vaso de leche en la
primera escena de Malditos Bastardos, Inda desplegaba su
repertorio habitual de Venezuelas, ETAS e Iranes. Pero hoy había algo
distinto. Con las encuestas sobre la mesa que daban a Podemos resultados
de aspirante al Gobierno, los dientes de la boca de Inda parecían más
afilados de lo normal. Me estáis atacando y si un día me pasa algo por
la calle, los responsables vais a ser vosotros, señalaba desquiciado el
periodista a una portavoz de Podemos, al tiempo que repetía que Pablo
Iglesias se financiaba del régimen de Irán que lapidaba mujeres. Esto es
algo habitual en este periodista, pero hoy lo hacía de una forma
crispada que me recordaba a algo ya vivido.
Entonces caí en que no era de Zapatero de quien me
estaba acordando estos días, sino de la España profunda. De esa España
que se llama mayoría silenciosa en los periodos en los que no hay que
sacar las escopetas porque vienen los comunistas. Estaba recordando la
tensión guerra civilista que hace diez años creaba esta España que te
golpeaba con el palo de la bandera por la calle si consideraba que el
país podía perder algo de ranciedad.
Recordé la reacción que tuvo hace unos años esa
España por cuatro medidas que no eran mucho más que encalado de la
fachada. Y jugué a imaginar e imaginé. Imaginé cómo se tomaría esa
España una posible rehabilitación del edificio para que no se caiga. Y
la imaginé, escopeta en mano, defendiendo el edificio en ruinas".
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