"Si quieres construir un barco no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo: crea en los hombres anhelo de mar".
Eso dijo Juan Carlos Monedero la primera vez que le oí en un mitin de Podemos. Más o menos. Es una frase de Antoine de Saint-Exupéry. Me hizo llorar. Ese día decidí votar a Podemos porque nunca, es mis 46 años de vida, había llorado escuchando a un político salvo por horror.
Porque soy un idealista que se sintió feliz aquellas jornadas posteriores al quince de mayo en la Puerta del Sol de Madrid, en las que vi y viví tanta juventud, tanta ilusión y tanto sentido común.
Porque me acerqué a alguno de los círculos de Podemos, y les dije que alguna vez había votado al PSOE, y luego a IU, y me interrumpieron y me dijeron que allí no se pedía el certificado de buena conducta o limpieza de sangre a nadie, porque aspiran a ser el 99%.
Porque he visto muchísima inteligencia en la campaña. Porque soy matemático y tiendo a analizarlo todo en función del esfuerzo, de los resultados, de la productividad. Y pese a que no me cae bien Pablo Iglesias, poner su foto en las papeletas ha sido una idea absolutamente brillante que se estudiará en las escuelas de negocios. Y toda la campaña en general.
Porque recibí una carta de Podemos en mi buzón (sin sello, sin sobre, sin papeletas) que decía que si me había llegado esa carta es porque alguien cercano a mí se estaba preocupando por mi futuro.
Porque el viernes 23 de mayo estuve en el mitin de cierre de campaña junto al Reina Sofía y escuché a Lola, a Teresa, a Pablo (Echenique), y hacía un frío espantoso y noté al público algo frío también y pensé que quizá se estaba todo desinflando, y que el domingo volvería a pasar lo que pasó en las elecciones tras el 15-M: nada. Pero era solo prudencia: la prudencia que da el continuo desencanto.
Porque allí, al lado de aquellos chicos, hay una escultura en la que poca gente repara que se llama El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella. Y me emocioné.
Porque el domingo por la noche di saltos de alegría en el sofá mientras se iban haciendo públicos algunos resultados de algunas mesas concretas.
Porque he oído a Podemos hablar de alegría y de amor. Sí: de amor.
Porque conozco a Beatriz Gimeno, que está en Podemos, y es una de las personas más cuerdas, más sensatas y más inteligentes de este país.
Porque hoy se me han acercado amigos diciendo que, pese a que no votaron el domingo, están ya deseando votar en las próximas elecciones. Porque yo mismo estoy ya deseando votar otra vez.
Porque hoy Lola, Teresa y Pablo y otros dos son eurodiputados y sí me representan. Que sí, que sí, que sí me representan.
Porque llegará (a lo mejor) la desilusión pero carpe diem mientras. Porque quizá soy un idiota, un idealista, un loco, pero tengo anhelo de mar pese a vivir a cuatrocientos quilómetros de él".
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